Estos días tenemos mucho tiempo para leer, jugar a la consola, ver series que teníamos pendientes o limpiar el baño una y otra vez. Pero quizá la actividad que prefiero en esta cuarentena forzada es descubrir o volver a disfrutar de películas que cuenten alguna historia interesante.
Las buenas películas se entienden mejor cuando van juntas, aunque en su origen no tuvieran nada que ver y sus directores probablemente ni se conozcan. Pero es fácil ver un hilo que relaciona unas con otras, ya que ninguna idea es completamente original. En esta ocasión, os recomiendo cuatro títulos que tienen en común varias características, desde lo puramente formal a la selección de reparto.
Todas ellas, con repartos muy numerosos y multitud de líneas argumentales entrelazadas, se acercan a su manera a representar la vida de cualquiera de nosotros, las relaciones que establecemos con la gente que nos rodea y a la que quizá aún no conocemos ⏤ o puede que sí, aunque solo de balcón a balcón o de cruzarnos en la cola del supermercado en estos días de confinamiento.
Piedras, de Ramón Salazar (España, 2002)
Primer largometraje de Ramón Salazar, Piedras es la historia de cinco mujeres protagonistas y unos cuantos personajes secundarios en el Madrid de comienzos de siglo. La película utiliza los pies y los zapatos de las cinco protagonistas como símbolos de sus vidas y elemento de presentación de cada historia y juntó a un reparto de lujo para la escena cinematográfica de aquel momento en España: Antonia San Juan y Mónica Cervera ⏤que ya habían trabajado con Salazar en el premiado corto Hongos⏤ se unen a Najwa Nimri, Ángela Molina y Vicky Peña para presentar una colección de historias entrelazadas de las que a mí me gustan: presentación de personajes, desarrollo y desenlace donde se presentan las relaciones entre las diferentes vidas.
Con elementos de drama y de comedia, Piedras ofrece una atmósfera relacionada con los últimos ejemplos de realismo almodovariano, basada en retratos de mujeres que se enfrentan a rupturas sentimentales, descubrimiento del sexo o la asunción de responsabilidades tras una muerte. A pesar de ser el desencadenante de las diferentes historias, los personajes masculinos solo aparecen muy en el fondo y casi de manera anecdótica. Otras apariciones sí son más reseñables, como la de Lola Dueñas en el papel de hijastra del personaje que interpreta Vicky Peña.
Con las gafas de 2020 pueda pasar desapercibida la alusión a la telebasura del personaje de María Casal, que ofrece casi como una premonición una ventana a la violencia machista y la representación casi folclórica que se hacía en los medios de aquella época y que iba a cambiar poco después tras el asesinato de Ana Orantes tras acudir a un plató de Canal Sur.
Puedes verla en FlixOlé.
Las horas, de Stephen Daldry (Estados Unidos, 2002)
Basada en la novela homónima de Michael Cunningham, Las horas se acerca a las vidas de tres mujeres separadas por el tiempo y el espacio. Aunque apenas hay relación directa entre ellas, las tres mujeres viven vidas quizá más relacionadas entre sí que las de la cinta de Salazar. La escritora Virginia Woolf en el Londres de 1923, un ama de casa de un anodino barrio residencial del Los Ángeles de 1951 y una editora de libros en la Nueva York de 2001 se enfrentan a un día en el que, sin esperarlo, tienen que decidir sobre su vida.
Es una película llena de símbolos que dan coherencia a las tres historias, algunos visibles ⏤fíjate en las flores, los libros, la preparación de una comida⏤, otros que se escuchan, como la tercera de las Cuatro últimas canciones para soprano de Richard Strauss ⏤la que, con letra de Hermann Hesse, habla con serenidad y sensación de plenitud y paz de cómo va llegando la hora del sueño (o, realmente, de la muerte)⏤ y otros alegóricos, como la sensación de encierro sin escapatoria en una ciudad, en un piso, en una casa de las afueras, en una relación de pareja o en un cuerpo.
El hilo conductor de la película es la determinación por escapar de este encierro, mirando la vida cara a cara para decidir cuál es el camino a seguir: «To look life in the face, always, to look life in the face and to know it for what it is. At last to know it, to love it for what it is, and then, to put it away», en la carta de despedida de Woolf a su compañero. La banda sonora de Philip Glass inunda toda la película y las interpretaciones de Nicole Kidman, Julianne Moore y Meryl Streep son recordadas veinte años después del estreno.
Puedes verla en HBO.
Cosas que diría con solo mirarla, de Rodrigo García (Estados Unidos, 2002)
Guardaba muy buen recuerdo de cuando la vi en el cine en su estreno, hace muchos años ya. He vuelto a verla ahora para esta comparativa y, aunque se puede ver para llenar dos horas de un día cualquiera, esta película quizá no está a la altura de las otras tres. Formalmente la más convencional de todas ellas, no ofrece grandes innovaciones ni personajes tan humanos y cercanos como podrían ser los de Piedras. Tampoco las interpretaciones son monumentales como las de Moore, Streep y Kidman en Las horas, con la excepción quizá de Holly Hunter.
Aun así, nos ofrece un interesante acercamiento al cine de historias entrelazadas, con personajes que saltan de una a otra y enseñan un entramado social de diferentes realidades en el Los Ángeles de principios de siglo, con personas en principio racionales como la doctora Keener que interpreta Glenn Close recurriendo a una vidente en busca de consuelo o la propia vidente, interpretada por Calista Flockhart, acompañando a su pareja en las últimas etapas de una enfermedad incurable. El reparto se completa con nombres como Cameron Diaz y caras que hemos visto muchas otras veces en series de televisión pero cuyos nombres quizá no recordamos tan a menudo, como Kathy Baker, Danny Woodburn o Miguel Sandoval.
Es misión casi imposible verla online pero en su web de Rotten Tomatoes salen algunos enlaces a servicios norteamericanos de video a demanda donde se puede alquilar.
Morir (o no), de Ventura Pons (España, 1999)
Basada en una obra de teatro de Sergi Belbel, Morir (o no) está filmada originalmente en catalán y fue producida en Barcelona en 1999. De las cuatro películas que comparo en este artículo, es la que más arriesga en su lenguaje formal: cámara al hombro, juego con los planos inclinados poco convencionales, con diversos saltos temporales y reescrituras del guión en torno a diferentes desenlaces posibles en la misma historia, todo ello apoyado de manera visual en el uso del blanco y negro y del color según el final de cada historia.
También comienza y termina con alusiones al oficio de contar historias en cine ⏤Lluís Homar ofrece quizá aquí un anticipo del personaje que años después interpretaría en Los abrazos rotos, de Pedro Almodóvar⏤ y reflexiona sobre el oficio de un guionista de cine con la ayuda de Carme Elías, cuyo personaje culmina la película con una frase que nos viene muy bien en estos días de desconcierto. Vivimos días en los que nos preguntamos por qué estamos viviendo esta situación y por qué, a pesar de algunos, la mayoría de la gente se guía por el bien común: “¿Quién sabe? Porque la gente se ayuda entre sí. Y dudar de eso, o jugar con ello, es mezquino, vil. La gente debe sobrevivir. Ahí si tienes un buen guión”.
Puedes verla en Filmin, como parte de su suscripción mensual o alquilarla de manera individual.